miércoles, 7 de octubre de 2009

Peleas de niños: no hay que sobreprotegerles

No podemos pasar olímpicamente de lo que les ocurre a nuestros hijos, debemos acudir en su ayuda, pero nuestras intervenciones podrían ser mejores. Si con cinco o seis años les damos la solución a todos sus conflictos, ahorramos tiempo y nos ratificamos en la teoría de que nuestros hijos son todavía muy pequeños e inmaduros para resolver sus problemas. Así, sin darnos cuenta, estamos consiguiendo precisamente eso, que sean inmaduros.
¿De verdad son tan inútiles?

Con 5 ó 6 años su memoria es frágil, y aún lo será más si no tiene que ejercitarla en situaciones del día a día. Hay dos sentimientos muy importantes, el de autoestima y el de competencia, que echan sus raíces en los primeros años de vida. Que los niños se sientan capaces de hacer ciertas cosas «ellos solitos» ayuda mucho a que empiecen a sentirse valiosos y competentes. Claro que hay otro sentimiento aún más fundamental y prerrequisito de los otros dos: el de seguridad básica, que nace de saberse querido y respaldado, de sentir que los padres «están ahí».
Estos consejos te serán útiles para ayudar a tu hijo a resolver sus problemas por sí mismo y que se sienta respaldado.
Cómo ayudarles a resolver sus conflictos en cinco pasos

1. Averiguar qué está ocurriendo

Cuando encontremos a dos niños enzarzados en una disputa, intentemos averiguar qué ocurrió. Podemos preguntar: «¿qué ha pasado? ¿por qué habéis hecho...? ¿qué ha pasado después?». Hay que preguntar tranquilamente y sin hacer juicios, para evitar que los niños estén a la defensiva. Es importante animarles a que se fijen en los sentimientos del otro, no sólo en los propios; hacer que miren al otro niño y digan cómo creen que se siente suele ayudar bastante. También funciona pedirles que recuerden cómo se sintieron en una situación similar anterior.
2. Formular bien el problema

Si queremos buscar soluciones a un problema, antes hay que formularlo claramente. «Así que tú le has quitado el camión a él porque no quería dejártelo. ¿Es así? Muy bien. ¿Cómo podéis solucionarlo para que los dos podáis pasarlo bien?». La cuestión debe formularse de modo que los deseos y necesidades de ambas partes estén presentes.
3. Ayudarles a encontrar soluciones

Hay que estimular a los niños a que piensen en posibles soluciones, cuantas más, mejor. En este momento los adultos debemos evitar dos cosas:
Criticar sus ideas, por disparatadas o inadecuadas que nos parezcan.
Ofrecer nuestras propias ideas.
Nuestro cometido se limita a mantener a los niños centrados en el problema y actuar como si fuésemos una pizarra. «Vale, has dicho que podrías dejarle el otro camión. ¿Qué otra cosa podrías hacer?» Hay que recapitular y repetir cada vez todas las ideas que van surgiendo. «Has dicho que puedes empujarle y echarle de la habitación. También has dicho que puedes dejarle otro camión. ¿Qué más cosas podrías hacer?».
4. Pensar en las consecuencias

Una vez que hayan generado todas las ideas que puedan, hagamos que evalúen las consecuencias. «¿Qué ocurriría si le empujas y le echas?». Si tienen problemas para evaluar sus soluciones, podemos ayudarles. «¿Cómo se sentiría él si le empujas? ¿Cómo te sentirías tú si te empujan?».
Hay que examinar todas las soluciones que hayan sugerido, una por una, y evitar criticar sus ideas. Es más útil animarles a evaluarlas por sí mismos y a ver cuáles funcionan y cuáles no. Si sólo se les ocurren soluciones como pegar, empujar, etc., entonces sí podemos decir: «Todas tus ideas son de las que hacen daño. ¿Qué otras soluciones se te ocurren más pacíficas?».
5. Tomar decisiones

Repitamos la formulación del problema, repitamos las ideas–soluciones y animemos al niño a decidir. «Bien, se te han ocurrido tres cosas que puedes hacer (se le repiten las tres). ¿Cuál vas a intentar primero?». Si los niños pueden optar por soluciones que nosotros vemos claramente que son inconvenientes o que no van a funcionar, podemos mostrarles las consecuencias negativas y sugerirles algunas otras ideas. Pero en general el objetivo del método es entrenar a los niños para que ellos generen soluciones y las evalúen. Así serán capaces de resolver los conflictos cuando nosotros no estemos presentes.

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