miércoles, 7 de octubre de 2009

Sobre protegido: un niño con problemas para crecer

El niño está preparado. Lleva varios días mentalizándose sobre en qué consiste eso de ir al cole. Le han dicho que allí se juega. Le han dicho que sus amigos del parque van a ir también. Está deseando empezar. Pero...

Esa mañana, antes de salir de casa, su mamá le mira de arriba a abajo, con una lagrimita a punto de brotar. "Qué grande eres ya, mi chiquitín". Un abrazo, un beso, y luego otro abrazo y otro beso. Caminando por la calle mamá le dice que no se separe de ella. El niño se da cuenta de que mamá no está contenta, no habla como otras veces. Algo le preocupa. Cuando llegan al cole él se va detrás de un amigo que acaba de reconocer, pero entonces un grito a su espalda le para. "Hijo, ven aquí que te vea". Y nueva sesión de besos. El niño da un paso. "Ten cuidado y pórtate bien". El niño da otro paso. "Si tienes que ir al baño levantas la mano y se lo dices al profesor". El niño intenta dar el tercer paso. "Y si tienes algún problema con un compañero, se lo dices al profesor y yo vengo a buscarte".

Entonces el niño se da la vuelta y corre a abrazar a su mamá y a decir que no, que bajo ningún concepto se separará de ella. Las cosas dan mucho miedo si no está mamá."

Una situación como esta se relata en el libro "Miedos y temores en la infancia". A veces la manera que tenemos de proteger a nuestro hijo, nos lleva a preocuparnos y preocuparnos de todo lo posible y lo imposible, de un montón de cosas en las que él no había pensado, de forma que nuestra angustia se la contagiamos a él, creándole un miedo y una inseguridad que antes no tenía.

Es lo que tenemos los padres, que nos ponemos a evitarle peligros al niño, y al final acabamos comprándole rodilleras, coderas, casco y lo que haga falta para subirse a la bicicleta de toda la vida. Y debajo de toda esa coraza aparece el pequeño, diciendo que, bueno, también hay videojuegos con los que jugar a subirse en bicicleta, y no necesitan ponerse armadura.

Sobreprotegiendo "porque es muy pequeño" (desconfiar de él)

Querer cuidar y proteger a nuestro hijo antes que cualquier otra cosa es un sentimiento normal, que nos hace padres, pero que llevado al extremo, nos puede hacer enfermos, "padritis" lo llaman cuando no podemos soportar que llore si se cae intentando andar, o que le castiguen por no saber hacer unos deberes, o que juegue a la pelota y se lastime... sus heridas nos duelen más a nosotros que a ellos, pero hay que saber controlarse:

Si te encuentras en este grupo solo recuérdate una frase: cuando nace, el niño llora. No todo lo que nos cuesta un poco de esfuerzo es malo. Hay cosas muy necesarias. Como dijo el psiquiatra Rudolf Dreikurs, "no podemos proteger a nuestros hijos de la vida. Por lo tanto es esencial que los preparemos para ella". Nosotros no siempre vamos a poder estar encima de él, y, aunque pudiéramos, lo mejor es que sea lo más autónomo y seguro de sí mismo posible. Para ello puede seguir estos consejos:

· lo primero, fíjate si le estás transmitiendo preocupaciones o temor. Tu eres quien guía sus emociones. Ante cualquier reto, muéstrate siempre tranquilo y dile que no hay nada que no pueda hacer. No debes precipitarte ayudándole. Por ejemplo, si él está haciendo un puzzle y se queja porque no consigue juntar las fichas, lo más cómodo para nosotros sería llegar y resolverle el rompecabezas, pero lo mejor para él es que nos quedemos a su lado, animándole, guiándole, pero nunca resolviendo por él su problema.

No debes sentirte culpable por no resolver siempre sus problemas. Como advierte la psicóloga Caterina Munar, "a veces se quiere compensar la falta de tiempo disponible con todo tipo de gratificaciones". Puede ocurrirnos que nos sentimos culpables por no haber podido pasar la tarde juntos y cuando viene a contarnos que no le sale un problema y que la pueden castigar por ello, se lo resolvemos para que nos quiera. Nuestra forma de quererles no debe ser evitando que hagan cualquier cosa que les moleste o cueste, sino enseñarle a superar él solo todo lo que deba hacer, y cuantas más cosas, mejor. Por eso...

· Por eso debes aplaudir todos sus logros, hacer que los ponga en practica, y enseñarle todo el tiempo.

"El primer día de clase, con los nervios, Rubén se levantó pronto", relata María, madre de un rubencito de seis años. "Mientras esperaba en su habitación, y como ya estaba todo listo, le dio por intentar hacer la cama, como tantas veces me habría visto hacer a mi". María cuenta que, al entrar y ver la cama hecha, cogió a su hijo, le preguntó que cómo lo había conseguido, le felicitó, le dijo que era "un niño muy listo", muy amable además... y que como ya sabía hacer la cama, a partir de entonces la haría él solito todos los días.

Esa es la dinámica que tenemos que seguir: enseñarle nuevas habilidades (doblar la ropa, salir en bici, recoger la mesa, arreglar la bici...), felicitarles cuando las consiguen y, después de ello, exigir que las cumpla.

· "La independencia no es negociable". No se trata de un nuevo eslogan político. Se trata de no caer en los premios y en los castigos en este tema. Podemos pedirle que se encargue de ponerle la comida al perro, de pasearlo solo, o de recoger el cuarto o de que aprenda a dormir solo, y para ello regalarle cosas, pero siempre es mejor hablar con él y decirle que si hace esas cosas nos ayuda a todos, estaremos muy contentos y orgullosos, y que si se lo pedimos es porque ya vemos que es más grande.

· Sustituye progresivamente el "ten cuidado" por el "pásatelo bien". Cuando le damos permiso para hacer algo como irse a casa de un amigo, bajar solo al parque... y ya hemos comprobado unas cuantas veces que no pasa nada, hay que ir soltando estas expresiones de alerta y empezar a animarle a seguir haciendo lo que ya hace: apañárselas muy bien él solito.

"Daniel se cayó con nueve meses por un escalón que hay al entrar a casa" dice Diana, quien recuerda que "durante un tiempo ya no quería intentar andar. Un día le vi que se acercaba al escalón y se me encogió el corazón. La otra vez se había torcido su dientecito y lloró muchísimo. Yo tenía miedo y ya iba a lanzarme a por él cuando pensé que, si después de sufrir lo que sufrió, estaba ahí otra vez intentado superar su miedo, yo, que tengo algo más que sus nueve meses, tenía que enfrentarme también a mi miedo por él. Tuve mucha suerte: desde ese día no le cuesta más pasar por el dichoso escalón". Esa es la clave, irnos dando cuenta todos poco a poco de que las cosas no suelen ser tan graves, y que nuestros "pequeños" crecen, no solo se hacen más altos, también más capaces de enfrentarse a situaciones y salir bien sin nuestra ayuda.



Sobreprotegiendo por miedos pasados (desconfiando de los demás)

Como padres tenemos un inmenso poder sobre el niño: no solo aprende de nosotros lo que le decimos, también lo que le transmitimos, y ahí en ese lote, no siempre tenemos lo mejor de nosotros. A veces arrastramos con nosotros miedos de cuando éramos niños, y esos miedos se los pasamos a nuestro hijo.

"Le cuento el caso de dos familias que conocí", nos dice el psicoterapeuta Miguel Mestre. "Habían dos hermanas, una, Julia, era la obediente, la que nunca hacía nada que pudiera molestar mínimamente a sus padres, la otra, Teresa, iba más por libre, intentaba hacer viajes con sus amigos, pasar más tiempo fuera. Yo conocí a los hijos de esas dos mujeres: los hijos de Julia recibieron una educación en la que el suspenso era una falta gravísima, e intentar hacer algo que a uno le apeteciera, sin contar con la aprobación de los demás, era muy angustioso. En cambio los hijos de Teresa eran más independientes, intentaban hacer más cosas por su cuenta, sabían que a veces se iban a equivocar pero eso no les limitaba... no arrastraban tantos temores. Julia en cambio como tuvo pocas experiencias en su juventud, le hacían sufrir las propuestas de sus hijos que se salían de lo que ella había conocido (y ya decirle que si podían ir a dormir a casa de un amigo se salía de lo que ella había vivido). En ese sentido sus hijos estaban limitados por los miedos de Julia a lo que no quiso conocer en su adolescencia".

Según Mestre, todos los padres lo primero que deberíamos hacer es repasar la educación que tuvimos, nuestra experiencia, y los miedos que arrastramos de ella. Inconscientemente, puede que en lugar de animar la confianza de nuestros hijos en sí mismos, estemos haciendo que crean que nosotros somos sus salvadores, y que sin nosotros no puede hacer nada.

Un niño puede "oler" nuestros miedos y hacerlos suyos, pero también pasa al revés. Una vez unos científicos hicieron una prueba: pusieron a un bebé con una serpiente enorme y amaestrada. Delate del bebé pusieron a su madre. La mamá se mostró tranquila, y le hizo carantoñas al niño, animándole a jugar, así que, tras quedarse un poco parado por la extraña situación, el bebé se acercó a la serpiente y se puso a tocar su piel mientras se reía. La seguridad que tiene tu hijo será en gran parte producto de lo que le trasmitas: si ve que para nosotros la situación es difícil, para él también lo será, y si ve que confiamos en él y que sabemos que es capaz, lo mismo sentirá él.

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